LAS COSAS DE GATTI
HUGO MOLL
Comienzo
Había leído en alguna parte que de la suma
de coincidencias nace el gesto la magia de lo imprevisible,
por eso, al girar de la manilla y oír el maullido de Henri se
detuvo en seco bajo el umbral de la puerta. Una brisa fría llegó desde el fondo
de la casa a sacudirle el cuerpo, Gatti pensó en Loretta. Decididamente dio un
paso al frente adentrándose en la casa sintiéndola vagamente vacía, no quiso
encender luces, prefirió continuar en penumbras escaleras arriba hasta el
cuarto con Henri enredándole el paso en su ritual de bienvenida. Gatti abre la ventana con la vana ilusión de que el
Mapocho suba, conformándose con la brisa que le golpea la cara. Saca un
cigarrillo, lo enciende y se sienta a los pies de la cama a recogerse en el
silencio, en la penumbra que se diluye dando paso a la noche de la ciudad que
invade el cuarto con su luz azulada y su bullicio. Gatti, se deja caer mirando
a la ventana. Aguardando a que la noche se instale.